Sentía la oclusiva opresión
en mi garganta de cientos de palabras luchando por provocar la sucesión de
vibraciones e interrupciones en el paso del aire, que las elevarían de
pensamiento a mensaje. Yo, tan adicta a las corazas, me dejé llevar y desnudé
mi alma ante él, sin pudores ni cálculos. Nunca me abandonó mi otoño anticipado
pero, por un instante, acaricié la primavera.