sábado, 25 de octubre de 2014

Polvo de Cristal

El subconsciente, siempre al acecho, me llevó anoche a Praga, en concreto, a aquella tienda llena de maravillas de cristal, que visité hace algunos años. Deslumbrarse allí no tiene demasiado mérito, ya que el juego de luces convertía aquel espacio en un polvorín de destellos, pero hubo algo que provocó en mí una sensación difícil de describir.

En una vitrina lucía un árbol majestuoso en su fragilidad. Una auténtica filigrana, cada hoja era en sí una obra maestra. Me quedé mirándolo un buen rato, hasta que un anciano se me acercó y me dijo: ¿Sabe por qué está ahí? Porque es imperfecto. Ustedes lo admiran y no perciben las minúsculas burbujas que lo convierten en una pieza no apta para compradores exclusivos. Yo lo sé porque lo creé. Quería que fuera tan excelente, estaba tan seguro de mi genialidad, que perdí el pulso. Para burlar la claudicación ante la derrota recurrí a una artimaña de trilero: lo coloqué en esa vitrina y lo convertí en un objeto de deseo inalcanzable; así conseguí que la inmensa mayoría no viera sus defectos. Nos sonreímos y siguió atendiendo al resto de clientes.

Nunca entendí por qué me lo contó a mí, pero desde el primer momento supe que acababa de recibir una lección magistral.

En mi sueño de anoche asistía impotente al fugaz instante en que el árbol se le escurría de las manos a su creador, mientras intentaba pulirlo para acentuar su brillo y disimular sus faltas. Presencié cómo se rompía en mil pedazos sin que yo pudiera hacer nada.

Me he despertado realmente angustiada, pidiéndole a la vida que a mil kilómetros de mí, ese árbol siga intacto; que pueda vencer su fragilidad y la torpeza de las manos que lo muestran como lo que no es o, aún peor, que ante sus debilidades, miran hacia otro lado porque, de lo contrario, ya no sería un oscuro objeto de deseo. Ojalá consiga echar raíces en la base de madera y roca que lo sostiene para que nunca tenga que asistir al fugaz instante en que todo lo que le hace bello acabe convertido en polvo de cristal.   

Me dejas tu sombra

Rendida ante el abismo de tu sima, 
desciendo al compás de las palabras
que disfrazas de imágenes congeladas.
Caigo y te reto con la osadía que me da el miedo
a redibujar el camino que dinamité en la huida,
colgada de una nube de azúcar quemada.
No hay retroceso en el teclado que escribió este absurdo,
lleno de faltas de ortografía y citas de otros,
cautivo de un final que no encuentra el punto.
Navegando en el desierto era imposible no encallar;
desplegando velas desgarradas, ¿qué viento
podía llevarnos a puerto?, ni malo ni bueno.
Aun así, lucho por quitarle al cariño este andrajoso luto,
mendigando un destello que me devuelva la fe
en que podemos ser algo más que nada
porque silencio no es sinónimo de olvido.
Me tienes a alma descubierta, ¡cómo buscabas!,
perdida en la angustia del caos que esconde tu calma;
a merced de la duda, la otra cara de esta cruz,
porque te vas pero me dejas tu sombra, para no irte.
Hay guijarros mucho más valiosos que la más codiciada de las gemas. Guardarlos en los bolsillos de tu alma no es ridículo; lo ridículo es rechazarlos porque aparentemente no brillan.

Descubrimiento

De repente tomas conciencia de que sólo lo viste del otro lado, de puertas para afuera, y ese hallazgo se revela metáfora 

Hay días...

Hay días en que escribo sobre un camino de adoquines en una tormenta de otoño. Me resbalo y caigo.
En otros, acaso este, quizás ayer o mañana, mi escritura es disimulo. Junto palabras, pero me silencio.
Hay días en que gritaría ¡perdón!, sellaría grietas y desterraría miedos. Calla la margarita, ¡cómo saber si debo!
Y los hay en que batallo sin armas contra el estéril armisticio por el que me declaré en guerra. Absurdo empeño.
Hay días, acaso este, quizás ayer o mañana, en que el auto-engaño era la mejor de las mentiras. Fue en otro tiempo.

viernes, 24 de octubre de 2014

Bienvenida a Estigmas

Bienvenid@ a Estigmas. Escribir es, para mí, oficio y necesidadDurante años, demasiados, se impuso el oficio. Ahora, a mis 40 y tantos, ya va siendo hora de satisfacer la necesidad. Sin pretensiones, consciente de mis muchas limitaciones, inicio esta aventura, que no persigue llegar a más puerto que el de la pura satisfacción de intentar -al menos intentarlo- traducir sentimientos, describir sensaciones, sanar con palabras y vencer al miedo