No te extrañes si te doy las
gracias por existir,
simplemente por eso. Por
acompañarme en el
camino aunque me sientas
lejana y no distingas
mi latido, ni el sonido de
mis pasos, ni mis risas,
ni mis llantos, ni mi fe, ni
mi esperanza.
Aunque sólo sea un puñado de
palabras, una
imagen cambiante en un álbum
que no cambia,
un guiño en una noche loca,
una sombra que se escapa,
un estrella fugaz que se
pierde en la nada.
No te extrañes si te digo
que aunque no tienes
la llave de mi felicidad, me
ayudas a encontrarla,
que te llevas el miedo
cuando necesito avanzar
sobre baldosas que resbalan,
a merced del vértigo
en calles que se estrechan y
puentes que se alargan.
No te sorprendas si te pido
que me cantes cada día,
que me alumbres, como la
luna, desde tu atalaya,
ajeno a mi historia, pero
tan cercano a mi esencia.
No te extrañes de nada porque creí que eras un sueño
y me despertó tu voz, hablándome de aquel mensaje
preso en una botella que lancé a un
mar en calma.
Te hiciste real, compartimos
un tiempo sin tiempo,
se desbordó mi cariño,
infinito, busqué tu mano
y comprendí más que nunca
que sin tú saberlo,
yo más consciente, al perderme
en tus ojos, encuentro mi alma.
Me sentí reconocida...
No te
extrañes si te doy las gracias por existir, simplemente por eso.